lunes, 11 de diciembre de 2017

La nueva fisiología del gusto (según Vázquez Montalbán): Paseo gastronómico de la mano de Pepe Carvalho, Sánchez Bolín y Biscuter



La redacción de este libro nace de una idea concreta: vitalizar uno de los campos que con más pasión e interés desarrolla Manuel Vázquez Montalbán en la producción de sus relatos: la cocina. No olvidemos citar lo que este escritor afirmaba y sobre lo que la periodista alemana Evita Bauer informa en su “Ich kann nur zwei Dinge: schreiben und kochen[en: Süddeutsche Zeitung, (Múnich, 21 de marzo de 1995), pág. 13] y cuya versión castellana dice: «Sólo sé hacer dos cosas: escribir y cocinar.» Todo lector de la obra narrativa de este ‘gourmet’-‘gourmand’ sabe con cierta rapidez que los buenos platos y los exquisitos vinos están altamente representados en múltiples páginas de sus varios y numerosos libros. Esto no ocurre únicamente en aquéllos de orden artístico, sino y sobre todo en los dedicados exclusiva, única y completamente al noble arte de la cocina. El origen y finalidad de Las recetas de Carvalho [(Barcelona, 1989). Editorial Planeta] la expresa con breves y precisas palabras Juan Manuel González en la página 27 de su “Vázquez Montalbán. La amplitud del impulso literario” [en: El Urogallo,  Nº 52-53, (Madrid, 1990), págs. 26-27]: “Las Recetas de Carvalho, inspiradas en el famoso Cahier de Recettes de Madame Maigret de Robert J. Courtine, reúne 125 apuntes gastronómicos distribuidos en cinco apartados. En esta obrita peculiar cada receta hace referencia a un texto novelístico, dentro de un ambiente que trae a la memoria las cuchipandas de Gertrude Stein, sabiamente imaginado por el detective -escritor Carvalho- Montalbán con base en la cocina clásica y al margen de fantasías impracticables”. Recordemos y revivamos como él mismo imagina su propia muerte (muy diversa a la ocurrida realmente y como informa Rosa Mora en su “Se rompe el corazón de Vázquez Montalbán. Un infarto masivo acaba en Tailandia a los 64 años con la apasionada vida del escritor” [en: El País, (Madrid, domingo 19 de octubre de 2003), pág. 38], es decir, la de su personaje principal de la “Serie Carvalho”, Pepe Carvalho, en la página 280 (presagio y augurio) de Los pájaros de Bangkok [Barcelona, 1983/61992). Editorial Planeta]: “A él le gustaría morir en un sillón relax, con una botella de vino blanco en un cubo lleno de hielo al lado y un canapé de caviar o morteruelo en una mano, entre los árboles, qué árboles no importaba, y en la sospecha de que su conciencia se desligaría del cuerpo y empezaría a subir hacia las ramas para contemplar a vista de pájaro la torpeza insuficiente de su propia muerte. Pero la posibilidad de morir a trozos, despedazado por la enfermedad, autoengañado por el deseo de sobrevivir, le ponía al borde de una locura homicida, homicida de memoria y del deseo, alcahueta en la ocultación del rostro verdadero de la muerte”. Tema de degustar caviar en estado mortuorio que le hace rememorar la hipotética e idealizada muerte de antaño, pero esta vez recordada parcialmente en la página 218 de Milenio Carvalho. I. [Rumbo a Kabul, (Barcelona, enero de 2004). Editorial Planeta]: “También había tenido con frecuencia la ensoñación de una muerte de prestigio, sentado en un sillón relax, con una botella de vino blanco en un cubo lleno de hielo al lado y un canapé de caviar o morteruelo en una mano, entre los árboles, qué árboles no importaba, y en la sospecha de que su conciencia se desligaría del cuerpo y empezaría a subir hacia las ramas para contemplar a vista de pájaro la torpeza insuficiente de su propia muerte”. Adquiriendo este alimento sibarita y selecto tal dimensión en Milenio I que incluso un monitor explica su origen y divulgación en la página 217: “-La palabra procede del turco antiguo jawiar y como producto aparece ya en el Antiguo Egipto, así como en referencias de Aristóteles, pero no se divulga internacionalmente hasta el siglo XIX y sobre todo después de la Revolución rusa de 1917, cuando los aristócratas rusos exiliados y, en particular, los hermanos Petrossian, lo dieron a conocer en Francia. Antes de esta socialización del caviar, ya aparece citado el manjar en Gargantúa y Pantagruel por Rabelais, donde dice que los «gastrólatras sacrifican a su dios Ventrepotente caviar y butargas en los días de ayuno» y en Don Quijote, donde se describe una merienda en la segunda parte en la que el caviar figura entre los manjares enumerados: «Pusieron asimismo un manjar negro que dicen se llama cavial y es hecho de huevos de pescados, gran despertador de la colambre.» Hasta recientes y contaminadores tiempos, hubo esturiones en el Guadalquivir (España) y se obtenía de ellos un caviar correcto. El caviar fue mitificado como afrodisíaco y, desde el punto de vista alimentario, merece ser conocido como rico en vitaminas, hipocalórico y un alimento muy completo”. Esta aclaración implica y expresa los conocimientos de una enciclopedia, diccionario o bien de un manual acreditado; recordemos que él mismo hacía uso del Diccionario de los alimentos. Vitaminas. Calorías. Cocción. Conservación [(Barcelona, 41993), págs. 218-220. Revisado y ampliado por José Soler Corrales e ilustrado por Mª Teresa Pulido. Editorial Cedel]. Para que veamos algo del arte de cocinar y sobre todo de escribir y describir de Manuel Vázquez Montalbán sólo tenemos que ir a la página 197 de su Erec y Enide [(Barcelona, 2002). Ramdom House Mondadori] y contemplar a Madrona Mistral de Pamiés, esposa del Dr. Julio Matasanz, prepararse un desayuno: “Me levanto y voy a la cocina porque tengo hambre, hambre de huevos fritos con jamón, una extraña fijación que muy de tarde en tarde me asalta, heredada de mi padre al que le gustaba mucho desayunar de cuchillo y tenedor, como él llamaba a los desayunos deliciosamente plebeyos que iban más allá de la leche, las tostadas, la mermelada. Para mí es una fiesta recuperar la iniciativa en la cocina, pactar conmigo misma el placer de romper los huevos, cortar la justa loncha de la deshuesada paletilla de jamón serrano, ajustar el fuego y tras un breve pase del jamón por el aceite, dejar caer los huevos en la sartén para que se ricen y se conviertan en un encaje con cenit de oro. Comer unos huevos fritos es como experimentar un goce sensorial triple, de olor, sabor y el corte de las texturas blandas o tostadas con el cuchillo, el derrame de la miel amarilla y esencial, el plato convertido en una paleta, una propuesta de paleta”. Es de pensar que pocos escritores españoles y aún extranjeros puedan sacar más poesía y belleza de la trivial preparación de unos banales “Huevos fritos con jamón”...


De la nota de prensa de la Editorial Verbum

La nueva fisiología del gusto (según Vázquez Montalbán):  Paseo gastronómico de la mano de Pepe Carvalho, Sánchez Bolín y Biscuter, (Madrid, 2017). Editorial Verbum. I.S.B.N.: 978-84-9074-599-1.